A lo largo de la vida y experiencias nuestro conocimiento va creciendo, no paramos de aprender. Con esto queda claro que el aprendizaje no es únicamente basado en libros sino que, muchas veces, se basa en la experimentación y en la emoción. La educación artística, siempre en tela de juicio, relegada a una asignatura menor con poca presencia en los diferentes currículos educativos va a sentar la base de este post.
Como graduada en Bellas Artes, cuyo TFG versó sobre la arte-terapia en la educación, encuentro precisamente en este tipo de asignaturas ese aprendizaje experimental, de expansión tanto creativa como emocional. No se adaptan a los cánones lógico-racionales del resto de materias; dejan espacio para el pensamiento crítico, en parte por la toma de decisiones que afectan al resultado final del ejercicio propuesto. Es un lugar seguro en el que conocerse, incluso, interiormente.
Evidentemente, estos factores no dejan de lado ni reniegan de la enseñanza de las técnicas propias de los diferentes medios artísticos. La técnica es la base de la que nos servimos para poder expresar mediante un lenguaje no hablado ni escrito.
Con esto no pretendo decir que las asignaturas como plástica sean las más importantes en el currículo educativo, ni mucho menos. Pero sí que escribo este post para que, si alguien dudaba sobre la validez de las mismas, reflexione sobre el por qué de su pensamiento y qué cosas ha pasado por alto que sirven para poner las artes en un lugar paralelo al resto de asignaturas. Desprestigiar o alabar unos aspectos frente a otros crea conflictos y discusiones que simplemente merman el sistema en el que procuramos impartir nuestras lecciones del mejor modo posible.
Sin querer enrollarme más en este primer post, pues espero seguir publicando con cierta periodicidad, solo me queda decir: ¡saquemos partido de las posibilidades que el arte ofrece!