La lectura rápida, nos permite seguir leyendo el mundo

Antes de nacer, nuestros padres nos leían. Luego, hermanos, tíos, vecinos, maestros, promotores de lectura, lo siguieron haciendo. Al paso del tiempo, sabiendo y no sabiendo, leíamos las envolturas de golosinas, letreros, rótulos de las gaseosas, alimentos y todo producto que vendían en la tienda de la esquina. Hasta que un gran y maravilloso día pudimos recitar nuestra primera lectura obligatoria en el colegio. Del mismo modo, diversos espacios como el parque, mercado, la escuela, un rincón, el patio, la biblioteca comunal entre otros, se convirtieron en potenciales centros de acercamiento y disfrute de la lectura.

Durante muchos años, se creyó que memorizar el alfabeto era suficiente para el aprendizaje de la lectura. En realidad, si podemos hablar podemos leer. Todo el tiempo leemos, leemos y leemos libros, recibos, afiches, periódicos, tarjetas, planos, cuadros estadísticos, cheques, boletos, la biblia, recetas de cocina, manuales, mensajes en el correo, etc. Como leer es parte de nuestra existencia, es recomendable ahorrar tiempo, esfuerzo y pasarla bien, practicando la lectura rápida.

Si queremos aumentar la velocidad al leer y convertirnos en lectores eficaces y eficientes. Necesitamos conocer y practicar una serie de ejercicios con los ojos, y ampliar el campo visual. En el caso de un texto, nuestra vista recorrerá mayor cantidad de palabras y en lo posible evitara detenerse a mirar las letras una por una, lográndose más concentración y mayor comprensión.

Con el perfeccionamiento en esta técnica, nos sentiremos satisfechos en los estudios, ocupación laboral y en el día a día. Dejando en claro, que más importante que leer inmensas cantidades de libros, es saber leer nuestros, pensamientos, sentimientos y acciones, y seguir disfrutando y leyendo el mundo.

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